Ayuntamiento de Fuenmayor

El 8 de abril de 1980 un desgraciado accidente destruyó el chapitel de la torre de la Iglesia. Ese día un cohete lanzado en la festividad del día del árbol prendió en la reseca madera de la estructura que fue pasto de las llamas sin que ni las insuficientes escaleras de los bomberos ni la mirada atónita de los fuenmayorenses pudieran evitarlo.

Desde el día siguiente, todo el pueblo se conjuró sobre las cenizas y colaboró con toda su voluntad para que tan sólo unos meses después, el 20 de agosto de 1981, un nuevo chapitel fuese izado hasta la torre evitando así que los bromistas vecinos de Cenicero no nos llamasen más “Torremocha”, aunque pronto sustituyeron el ingenioso topónimo por el “Santa María la Empalmada”.

Era el último capítulo de la azarosa historia de nuestra torre, una historia que comienza con su construcción, que según afirma D. Carlos Martínez Galarreta en un erudito estudio publicado en el programa de fiestas de La Cruz de 1980, puede apreciarse a simple vista que fue realizada por un arquitecto distinto del que realizó el resto de la iglesia y que bien pudo ser Juan de Olarte, que en 1575 estaba trabajando en la Puerta Norte, conocida como de la Concepción o del Cierzo.

Acabada la obra de cantería, en 1581 se contrata el remate de la torre con un cimborrio y chapitel que realizarán los logroñeses Juan Corona, maestro latonero, y Pedro de Zavala, carpintero a partir de 1584, terminando los trabajos en 1590 y recibiendo por ellos 95.200 maravedíes (que en la época equivalían al valor de unas 1.500 cantaras de vino, es decir 24.000 litros de vino).

Este chapitel parece ser que era excesivamente pesado, ya que apenas un siglo después, en 1767, se reclama la presencia de arquitectos y técnicos que deciden su demolición.

Los materiales de derribo fueron subastados, adjudicándose la madera, "que sólo servía para lumbre", en 24 reales y el plomo (unos 3.800 Kg de diversas calidades) en 5.215 reales (la cantara de vino, de 16 litros, valía en esos tiempos siete reales).

El cabildo eclesiástico contrata ese mismo año el proyecto para un nuevo chapitel al vecino de Logroño Juan Martín de Gavirondo, que propone para aligerar peso, edificar sobre el cuerpo de piedra de la torre un cuerpo octogonal de ladrillo a cara vista de estilo mudéjar aragonés con molduras, ojos de buey y ventanas ciegas de medio punto.

Sobre este cuerpo proponía construir un chapitel barroco con linterna construido en madera recubierta de plomo y rematado en una veleta y una cruz. Aprobado el proyecto, las obras comienzan inmediatamente y se terminan al año siguiente.

Pero aunque esta vez el chapitel duró mucho más tiempo (282 años), el 8 de abril de 1980 un cohete lanzado para anunciar la fiesta del Árbol se introdujo accidentalmente entre la estructura de madera causando la rápida extensión de las llamas.

Una vez más el pueblo se quedaba sin torre, pero una vez más, todos se pusieron manos a la obra para remediarlo. El arquitecto local Enrique Aranzubía coordinó los trabajos técnicos y burocráticos, colaborando con el arquitecto y sacerdote Gerardo Cuadra en la elaboración del proyecto, el Ayuntamiento ayudó en la medida de sus posibilidades, se organizaron festivales, rifas y suscripciones y así, poco más de un año después, el 22 de agosto de 1981 una grúa elevaba el nuevo chapitel.

En la reconstrucción colaboraron muchos talleres y empresas de la localidad. Así, la estructura metálica se realizó en Talleres Sanes (José Luís Sanz y Víctor Nestares), el revestimiento de madera de la estructura en Estuchería Riojana (Félix Bacaicoa y Jesús Torrealba), el tallado del cuerpo de balconcillos lo realizó el de Luis Ulecia, el revestimiento de plomo Eusebio Granado.

Los trabajos de albañilería fueron realizados por Construcciones Villuendas. Las piezas prefabricadas del remate de coronación del cuerpo de campanas fueron realizadas por Prefabricados Zueco de Haro en dónde trabajaba también gente de Fuenmayor. Construcciones Alfredo Aranzubía donó la grúa pluma que estuvo adosada a la torre mientras duraron los trabajos y, en definitiva, el pueblo entero se volcó y como dice la placa que lo recuerda al pie de la torre, la reconstrucción fue posible "con la ayuda de todos".

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